El amor entre dos personas bautizadas, es decir cristianos No estará nuestro Cristo Nupcial, dormitando? ¿No será hora de despertarlo? ¿No habrá llegado la hora de usarlo?
Es una promesa que él y ella se hacen mutuamente y se prometen amarse para siempre; esta promesa la hacen delante de Dios y de la comunidad que asiste a la ceremonia. Nadie los casa; ellos se casan.
Y Dios se compromete con ellos y les ofrece su fuerza misma, su gracia, su iluminación y acompañarlos para el resto de su vida.
Es la inserción del Cristo Nupcial para acompañarlos para siempre.
Al altar fueron dos personas y regresaron tres. Este tercero es quien los ayudará a superar situaciones que humanamente parecen insuperables.
Y lo son sin la ayuda de Dios, sin la ayuda de este Cristo Nupcial que fue creado para ayudarlos.
Son muchos que no saben de su existencia; le rezan a muchos santos y no saben que tienen un Cristo propio que jamás de los jamases dejará de responderles, si le piden lo que le pidan.
Si hay un Cristo Nupcial que los ayuda, ¿por qué entonces fracasan tantos matrimonios cristianos?
Fracasan simplemente porque no lo usan. Si lo usaran, si cuando hay una crisis se recurriera a Él, Dios mismo iluminaría. Nunca deja de hacerlo
¿Pero como va a iluminar si no se recurre a ÉL? El Cristo Nupcial solamente interviene si tu le pides que intervenga.
Así de respetuoso es Dios con la libertad de cada uno de nosotros.
Tal vez pensemos que vivir de verdad el amor conyugal es algo que sólo logran algunos privilegiados, algo demasiado exigente para personas comunes como nosotros, sin embargo, si leemos con cuidado la Biblia, que es la historia del amor salvador de Dios a la humanidad, tendremos que reconocer que Dios nos llama a todos a ese amor, a todos nos invita a crecer para poder amar y ser amados.
No es algo para unos cuantos, sino para todos los bautizados; es para nosotros dos, aquí y ahora. No aceptar esto es no creer a Dios, es rechazar la felicidad que nos ofrece.
Claro está que Dios, caballero Él, no iluminará, no intervendrá, si yo no se lo pido. Dios no nos da las cosas hechas. Ha puesto en nosotros muchas cualidades humanas que debemos desarrollar. El amor de Dios no actúa en nosotros contra nuestra voluntad, ni tampoco si no ponemos todo nuestro esfuerzo para superar las dificultades.
Tal vez hemos pensado alguna vez que el habernos casado por la Iglesia, como comúnmente se dice, es una especie de garantía que Dios nos da de que todo irá bien y que siempre nos amaremos. Y esto no es así cuando nos desentendemos de nuestro crecimiento humano y no hacemos ningún esfuerzo para mejorar.
El casarse por la Iglesia, el sacramento que allí recibimos, no es mágico.
No hace responsable a una persona que no se esfuerza en cumplir con sus obligaciones, no hace generoso a una persona que solo piensa en si mismo, sobrio a un alcohólico o comprensivo a un intransigente.
Entonces, ¿qué es lo que hace? Lo que hace es darle, a quien lo desee, busca y pone esfuerzo, la fuerza para superarse. Hace, nada más y nada menos, lo que nosotros no podemos hacer. Pero no hará nada que nosotros podamos hacer.
Reflexionemos en las cualidades humanas que necesitamos desarrollar para crecer en el amor conyugal.
Cualidades como la paciencia, la admiración por la persona que es el otro, el respeto que es la base para sustentar el amor, la gratitud, la inteligencia, la responsabilidad, la cortesía, la comprensión, la voluntad de dialogar con el otro, la alegría, la capacidad de perdonar, la fidelidad.
Porque sobre estas cualidades humanas, sobre esta naturaleza, se construye un matrimonio que quiere ser imagen del amor grande, del amor profundo, del amor estable, del amor para siempre.
Todas son cualidades humanas que yo debo esforzarme en hacerlas mejor.
Amar es algo muy difícil y exigente; por eso Pablo de Tarso lo llamó un camino excepcional. Lo logran quienes son capaces de imponerse una disciplina de vida. La disciplina de hacernos mejores cada día.
La historia del amor en nuestro matrimonio es la historia de nuestra lucha para superarnos, es la historia de infidelidades perdonadas, es la historia de dos que un día decidieron hacer un sólo camino.
Y en ese caminar, si queremos que sea un largo camino juntos, debemos recurrir a nuestro Cristo Nupcial. Fue creado para ello, está en medio de nosotros para ello, para que lo usemos.
Hay por ahí un texto bíblico que nos relata que Pedro se enfrentaba una tormenta y que ya no sabiendo que debía hacer, se dio cuenta que Jesús estaba allí durmiendo en un rincón de la barca y decidió despertarlo. Jesús no solo calmo la tormenta sino que llevó a la barca a buen puerto.
No estará nuestro Cristo Nupcial, dormitando? ¿No será hora de despertarlo? ¿No habrá llegado la hora de usarlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario