| Aparentemente, nada tiene que ver la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén con el drama del Calvario del Viernes Santo y, sin embargo, esto es más real que la vida misma. Es la historia que se repite y que aquí tiene como protagonista el Corazón manso y humilde de Jesús, que se pone en manos de sus hermanos, los hombres. Fue llevado como cordero al matadero. Sabía que, como dice el Evangelio, nadie me quita la vida, soy yo el que la entrego por la redención del mundo. Va a la muerte, como dice la Plegaria eucarística, voluntariamente aceptada. Detrás de los hechos, detrás de los errores humanos, detrás de toda la barbarie, que se ceba contra Cristo, existe una realidad mucho más profunda y real: la entrega de su Vida por Amor. Pasa por lo que tenga que pasar con tal de decirnos, una y otra vez, con su vida, que nos ama. La Pasión es la mayor declaración de amor del Padre y del Hijo a cada persona. Es el Te quiero permanente de Dios a la Humanidad. ¿Podríamos creer en un Dios al que nuestra vida no le hubiese costado su sangre?
Al descubrir la entrada de Jesús en Jerusalén, al leer la Pasión de Cristo en este Domingo, la Iglesia nos recuerda el sorprendente amor de Dios. Decía Carlos de Foucault: «Me enamoré de Cristo crucificado y no quiero contemplar nada más». Ésta es la esperanza y la alegría de nuestra vida, éste es el gozo desbordante de nuestra existencia. Nada está perdido cuando descubrimos el amor de Dios. Tu vida lo vale todo para Dios y lo puedes descubrir en su Pasión. Su amor es verdaderamente el motor que mueve el mundo. Lo que nos descubre la Pasión del Señor es que su amor va más allá de nuestras miserias. Lo que importa es amar y amar hasta el final, amar hasta el extremo, como nos enseña la pasión, muerte y resurrección de Cristo que celebramos en el Triduo Pascual. |
domingo, 5 de abril de 2009
Domingo de Ramos
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1 comentario:
Qué hermosa reflexión de Ramos, sigan así, nos ayudan a crecer y nos dan material complementario para trabajar en los grupos de vida
mil gracias!
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