TRISTEZA O ALEGRIA
El padre Antonio Cosp nos dice que existe un proceso humano demoníaco que nos lleva a la tristeza y otro humano divino que nos lleva a la alegría.
Muchas veces , producto de factores externos, que nos afectan en nuestro diario vivir, nos desilusionamos de Dios, cuando no se cumplen nuestras expectativas o de pronto surge un mar de malos momentos en que nos desesperamos y no vemos salidas, pese a nuestros ruegos.
Frente a este escenario tenemos dos alternativas: acrecentar la tristeza o la alegría, tomando en cuenta que esta última es un tesoro escondido que debemos descubrir a diario. La felicidad existe, como tesoro existe y en nosotros está el descubrir este don otorgado por Dios.
Tomemos en cuenta que tanto la tristeza como la felicidad corresponden a la apetencia sensitiva.
Cuando mis expectativas son excesivas, al no poder materializarlas, me siento pobre, desvalido, solitario, menospreciado. Es aquí donde se abre el primer germen de la tristeza, donde se despiertan otros sentimientos, como la ira, la desilusión, que si no freno a tiempo, se acrecentarán en la medida que me quede en la expectativa no cumplida. Con ello pierdo el dominio sobre mi mismo y el control sobre mi corazón. Es este el paso que no debemos permitir; no debemos dejar que la alegría que permanece en el alma, la ternura que toda situación nos convoca, quede relegada y a su paso caminemos por la senda del enojo, “salirse de las casillas”.
Lo señalado precedentemente son evoluciones internas, se forjan en nuestro interior. Pero a ello sumamos factores externos, que sólo azuzan y acrecientan los sentimientos negativos, al intervenir otras personas que dramatizan más aún nuestra situación, creando resentimiento, amargura y “depresión en el corazón”. Con ello ya no busco el origen de mi frustración en mi misma, ahora le echo la culpa a terceros, en primer lugar y luego a Dios “Le he pedido tanto y no me escucha” dice el padre Cosp. Todo este circulo va creciendo como bola de nieve hasta destruirme por completo, cayendo en estados depresivos, no encontrando la salida, sumiéndome en un pozo profundo donde no veo la luz.
La tristeza y la amargura tienen poder propio y si obran en mi se apoderan de tal modo de mi interior que no me permiten salir de ese estado ni anímica ni mentalmente, no puedo pensar en completa libertad y con la conciencia clara y pura para ver el camino. Mucho menos podré tener esa animosidad que proviene de la esperanza y optimismo que toda persona debe ponderar como don implacable frente a este escenario.
Los Padres de la Iglesia- nos cuenta el padre Cosp- estudiaron esta materia y señalan cómo el demonio se aprovecha de esta circunstancia anímica para obrar en nosotros, sembrando mayor amargura y con ello generando mayor ira, desenfado, resentimiento, desesperación.
La tristeza destruye la dignidad humana y nos aleja de Cristo resucitado, quien vino para que tengamos vida y en abundancia y nuestra felicidad sea perfecta.
Pero no nos quedemos aquí. Hablamos de dos caminos. El otro es la alegría. Pese a los múltiples dolores que tenemos , ser feliz, incluso llevar una vida plena, aún en medio de la más grave circunstancia, es posible.
La alegría es una elección, por tanto dejo que Dios obre de tal modo que no permito que terceros influyan en mi, incluida mi felicidad y sólo está en mis manos no permitirlo, ello nos lleva a ser “proactivos” y no reactivos, no pasivos, esperando que la felicidad llegue sola, este camino es vegetar en el mundo, acto al que no estamos llamados.
Dije que la alegría era una elección, es “decidir” ser feliz y luchar con ahínco por conquistarla, trabajar en ella. “Es proponerse que nada me quitará la alegría”. Si, porque en eso consiste la vida de todo buen cristiano y persona de buena voluntad. El lado positivo de cada situación negativa existe, ver es lado a la luz de la fe, a la luz del entendimiento positivo, nos permite descubrir que no importa cuanto dolor se genere en nuestras vidas, ésta vale la pena porque ” después de un día gris siempre sale el sol”.
El ejemplo más claro de que debemos trabajar en la felicidad consiste en tener sed. No espero que el agua llegue sola, la busco y tomo de ella. La alegría es un bien espiritual y debo poner todo mi esfuerzo por recorrer el camino adecuado para permanecer en ella. El amor opera aquí como un conmutador, es entrar a un lugar sin luz y apretar el switch correcto que llenará de luz mi corazón. Esta luz es única, no proviene del hombre sino del Padre
"Se trata de convertir en objeto de alegría todo lo difícil, también lo que no podemos cambiar. Para ello es imprescindible encontrar las motivaciones que me llevan a la comprensión y aceptación de aquello que no puedo modificar” dice el padre Cosp.
Ver el lado bueno de cada situación me lleva un estado de permanente alegría , por difícil que sea. Quienes conocemos al padre Kentenich sabemos que ello es así, mientras estuvo en Dachau, campo de concentración, no dejó que la amargura se apoderara de su corazón y veía la cara alegre aún en la circunstancia más infeliz.
“Dios permite todo lo que me sucede en la vida y por esta razón todo lleva una cuota de positividad . La mano del Creador puede sacar de lo negativo y pecaminoso algo feliz. Y si no , hay que mirar al hijo pródigo….el padre lo resucita….la enfermedad más grave en el hombre es la negatividad en el pensar”
Nada me quitará la alegría. Y para ello basta pensar en que el amor es mágico. Debemos poner magia para descubrir la alegría y conquistarla ¿Irreal? No. La magia consiste en fortalecer el amor día a día, sabiendo conquistar el Amor del Padre. Hay que despertar esa magia que yace dormida, muchas veces, en nuestro interior, así, un amor débil, perezoso, se convierte en fuerte y proactivo, lleno de imaginación y poder creativo para construir puentes para vivir, para amar. Y ser amados. Así un trozo de mi vida se convierte en cielo, aún en la tierra.
“Pedro dijo a Jesús: Maestro que bien estamos aquí!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario