Todo comenzó cuando mi abuela me mandó una carta desde Italia. En ella me contaba en un momento de desesperación le pidió ayuda a Dios para estar mejor. En ese minuto, vio por la ventana frente a ella una flor increíblemente bella que estaba allí, desde hacía rato. Mi abuela la vió ese día y pensó: "Es tan linda que sólo puede estr hecha por una mano divina". En la carta me contaba que a partir de ese día se dió cuenta de que tenía que entregar sus problemas a alguien divino. Su carta me impactó. Hacía rato que yo estaba deprimida, sin tener ninguna razón lógica para estarlo. Tengo trabajo, un marido bárbaro y dos hijos de 8 y 5 años, que son un amor. Sin embargo, hace tiempo que venía con dolores de panza persistentes, mal humor, vómitos, angustia. Me hice todo tipo de estudios, pero nunca me apareció nada. Siempre me preguntaba "¿Por qué estoy así?, ¿Que es esto?". Pero seguía adelante, como soy yo, activa moviéndome, llenándome de cosas. Trabajo, estudio, hago deportes, me ocupo mucho de los chicos, tengo una vida social activa.
En las vacaciones fui a visitar a mi familia a Italia y me enfermé mucho. No me podía levantar ni moverme de la cama. Mis padres me llevaron a un médico que me dio un antidepresivo. Así volví a Bs. As. y estuve durante un tiempo como sedada, pero no me sentía yo. Una pastilla, estaba tapando mi dolor, y la dejé.
De ahí en más, seguí con mi psicóloga de siempre. Pero me seguía sintiendo mal. Recuerdo, por ejemplo, un día en que fui a una fiesta con amigos y cuando volvía a casa vomité mucho. Eso se volví a repetir cada vez que me enfrentaba a la hipocresía, chismes, malas ondas. Empecé a volverme muy permeable al entorno, a tal punto que se me fue al cuerpo.
Después de mucho tiempo de psicologa y demás opciones, un día se me ocurrió charlar con una amiga mia que es muy espiritual y pedirle ayuda. Me aconsejó un acompañamiento espiritual, pero nunca se dio el momento para ponerlo en práctica. Dos semanas después, mientras estaba llevando al coleguo a mis hijos, me llamó otra amiga para invitarme a un retiro espiritual. Y no dudé. Era de jueves a domingo y empezaba a la semana siguiente.
Mi reacción instantánea fue toda una sorpresa para mí. Si bien yo había sido educada en la religión católica, hacía rato que no la practicaba. Alos 20 años dejé de ir a misa. Por un lado, porque no me llegaba el mensaje - supongo- y, por el otro, por mi vida y cómo se fue desarrollando. Mi maridono iba a misa y yo me fui dejando estar, no sé, la vida me fue alejando. Es como que me fui para otro lado. Todo lo que venía de Dios me aburria y a mis amigos religiosas las veía como "chupa cirios" e incluso me reía de ellas. La religión pasó a ser para mí como un cuentito, no podía creer que la gente creyera en eso que para mi estaba absolutamente fuera de la realidad, casi tan poco creíble como la historia de Blancanieves y los siete enanitos. Hoy, sin embargo, pienso que fue una lástima alejarme de Dios, porque si hubiese seguido cerca, me habría evitado mucho sufrimiento. Pero vamos al retiro.
Partí un jueves, llena de ilusiones. Pero cuando llegúe allí, sentí mucha fobia al ver a tantas mujeres, muchas muy religiosas y entusiasmadas. Era como que yo no pertenecía. Las veía distintas. Yo me sentía con más onda, más canchera, con más calle. Incluso, la más linda.
COMO LA PRIMERA VEZ
No puedo contar los pormenores del retiro, pero si qeu el primer día me sentí muy ahogada y quería salir corriendo de ahí. Todo me aburría. Sin embargo, a medida que fueron pasando las horas, fui entrando poco a poco en una conexión conmigo misma y con los demás. Empecé a bajar los decibeles y a escuchar el Evangelio como si fuera la primera vez, lejos de esa visión tipo cuentito que me había quedado de mi niñez. También escuché a esas mujeres y me di cuenta de que , detrás de esa apariencia "de poca onda" que tenían, muchas de ellas guardaban más sabiduría, humildad y sufrimiento que yo. Había mujeres que tenían historias realmente complicadas, densas, terribles y, sin embargo, estaban entregadas a Dios, con una sonrisa. A él le ofrecían su dolor. Recuerdo que ese día, después de escucharlas, lloré en mi cuarto sola sin parar toda la noche. Lloré por mi vida, por el niver e prejuicios que tenía en mi corazón, por haberme alejado de Dios.
Me di cuenta de que cuando llegúe a la Argentina con mi marido, diez años atras, me llené de actividades para no sentirme sola. Era chica, tenía 24 años, y para no extrañar a mi familia, y como mi marido trabajaba todo el día y viajaba mucho, impregné mi vida de estudios, deporte, una vida social super activa y mis dos chicos. Con el tiempo me volví en alguien que vivía organizando cosas, pero absolutamente desconectada. Vivía con el celular, la computadora, mis amigas, mi amor por la hipica. Nunca me podia relajar, si me tiraba en la cama o me sentaba en un sofá, me surgía una necesidad imperiosa de hacer. Siempre faltaba organizar algo. Hoy me doy cuenta de que este hacer me tapaba un agujero existencial enorme, y a medida que a más hacía más angustia sentía, más dolores de barriga, vómitos. El hacer me alejaba de mi ser.
En el retiro encontré algo vital, mío. Descubrí qué la gente me quiere por lo que soy y no por lo que hago. Me di cuenta de que había tapado la soledad en mi vida haciendo cosas. Y que quizás, si me hubiese conectado realmente con ella, lo habría encontrado a Dios. Descubrí también que hacía tiempo que estaba muy asistada, por muchas muertes que me habían tocado cerca, por el temor de mi propia muerte y el dejar solos a mis hijos. Por lo incontrolable. Le temo mucho a la enfermedad, Esa noche no paré de llorar, como si asumiera que sin Dios no podía seguir vivierdo más, porque él es el único que me puede calmar en el terreno de lo inexplicable, de lo que temo. Esa noche lo sentí cerca, me sentí acompañada, cobijada, cuidada. A El le entregué este inmenso dolor, y eso me hizo sentir aliviada. Pensé que cuando todo no depende de uno, es más fácil.
Durante los cuatro días de retiro, mi cerebro, que siempre funciona a mil, se fue calmando. Dejé de pensar a toda hora las mil opciones para solucionar mi vida y permití que mi corazón se llenara de Dios. Esos días lo logré y pensé cuánto má lindo sería vivir siempre así. A mis compañeras de retiro, que me colmaron de afecto, las vi mucho más felices que yo y en ellas lo sentí a Dios. Pero ¿qué pasaría cuando volviera a mi vida normal?
LA VIDA CON DIOS
Llegué a mi casa el retiro y cuando vi a mi marido ya mis hijos sentí que por primera vez estaba yo también. Esta era mi misión en la vida. A medida que fueron pasando los días, comencé a sentir miedo de volver a lo de ante. Me empezó a doler la panza de nuevo, me empezaron a dar ganas de hacer y hacer cosas para tapar, sentí de nuevoangustia. La vida cotidiana, no es la vida cuidada de un retiro. Sin embargo en mi corazón quedó sellada esa conexión. Y no es algo que en mi caso personal surge mágicamente, porque no tengo la fe espontánea de otros. Cuando estoy mal, voy a misa, rezo, cultivo a Dios, incluso a veces lo hago como una gimnasia.
Pero el resultado es de plenitud, porque cada vez que me conecto con El o le entrego mi dolor, la situación cambia y me libero. Me saco esa mochila de dolor y vivo más aliviada. No estoy sola, alguien me acompaña. Hoy, por ejemplo, los saqué un rato a mis hijos del colegio para almorar y pude verlos jugar tranquila en lugar de agarrar el celular o un libro como hacía antes para entretenerme. Lo pasé bien. Cuando dejé a mis hijos en el colegio, el menor, que ya se había despedido de mi, me dijo: "Mamá, me olvidé de algo" y me hizo una crucecita en la frente. Creer o reventar. Siento estas señales. Llevo varios meses con esta fe qeu me devolvió al retiro en mi corazón. A veces, tengo miedo de que esta llamita se me vaya, pero en esos cuatros días que me retiré, en medio del llanto, le pedí a Dios que me diera otra oportunidad. Me había alejado una vez, pero no quería volver a hacerlo. Y siento que me la está dando. Todos los días trato de leer el Evangelio y estoy de estreno, ya no lo leo como cuando era chica, sino que encuentro en él miles de simbolos que me ayudan a vivir mejor. Encuentro a Dios en la sonrisa de los mios y de la gente que tiene fe, y siento la misión de propagar esto que siento. Lo mio no es mágico, tienen tropiezos, pero siento que es por acá. Todo comenzó con esa flor que vio mi abuela, que la hizo descubrir que sólo algo divino podría haberla hecho. Creo que a nosotros eso Divino nos hizo por algo y que confiar en El es la unica salida para vivir mejor.
2 comentarios:
Buenisimo chicas, lo vamos a usar para la reuniones de grupo.
Sigan por favor publicando este tipo de artículos, son justo los que nos hace falta a las madres de hoy.
Gracias, miles de gracias, por este blog tenemos un ratito de "conexión" cada día.
Me encantó este artículo, ¿de dónde lo sacaron?
Sigan publicando sobre oración y vida interior, necesitamos esos temas, estamos cansadas de vivir en tanta superficialidad
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